¿Dónde fueron los emprendedores?
La recuperación del empleo asalariado en España ha ralentizado el ritmo de aparición de emprendedores. Pero eso no es necesariamente negativo: los que quedan se están beneficiando de una oferta de servicios muchísimo más amplia y profesional que la que existía hace unos pocos años.
Hace 4 ó 5 años, España era un hervidero de jóvenes y no tan jóvenes emprendedores. En torno a universidades, asociaciones empresariales o agencias públicas de promoción económica florecían las ideas de negocio y las ganas de llevarlas a cabo por parte de un numeroso ejército de entusiastas. Los jóvenes hablaban con devoción de inversores como Cabiedes o Carpentier, como si de Messi o de Cristiano se tratara. El lenguaje de las “rondas”, los “tickets” o el “mínimo producto viable” se convirtió en lugar común en los foros de emprendedores. Su entusiasmo era contagioso.
Pero la crisis, poco a poco, fue diluyéndose. Las empresas volvieron a reclutar trabajadores. Los jóvenes egresados, ¡tan baratos!, empezaron a ser tentados con contratos de trabajo justitos. Los emprendedores se miraron unos a otros y el ánimo empezó a desinflarse. ¡Un contrato es un contrato! El afortunado regreso del empleo asalariado, con muchas carencias pero empleo al fin y al cabo, puso fin a la burbuja emprendedora.
¿Qué nos queda hoy? Soy muy optimista. La bajamar nos ha dejado una mayor cultura empresarial, emprendedora, financiera. Ha creado una magnífica y abundante oferta de servicios para emprendedores. Me refiero a servicios prestados por privados, como rondas de financiación, eventos para start up, asesoramiento muy especializado, etc. Pero también una estructura de servicios públicos que, a un nivel más básico, identifica y ayuda a orientar a los emprendedores. Seguramente por esto ya no nos topamos con emprendedores en cualquier sitio: saben dónde ir y qué deberes deben llevar hechos.
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